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[av_heading heading=’La empresa como sistema’ tag=’h3′ style=’blockquote modern-quote’ size=” subheading_active=’subheading_below’ subheading_size=’15’ padding=’30’ color=” custom_font=”][/av_heading]
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La experiencia y la vida misma me han permitido reflexionar sobre lo que son las instituciones. El gobierno, la escuela, el Seguro Social y otros más, son ejemplos de instituciones.
Aunque se pueden ver desde distintos ángulos, me agrada verlas como un conglomerado de personas, reglas y relaciones.
Pues ¿qué es el gobierno, si lo despojamos de las personas que trabajan en él, desde el más bajo burócrata hasta el estadista? Los dos son personas que realizan un rol determinado. Quitemos a las personas y ¿qué queda? Nada.
Pocos ejemplos hay de ello pero pensemos en Irak después de la operación Tormenta del Desierto: Sadam Hussein oculto, sus ministros fugados, el resto de la administración tratando de pasar como ciudadanos anónimos, pues haber tenido algún poder significaba compartir responsabilidades del régimen caído en desgracia y, por lo tanto, el temor a ser juzgados y condenados.
Ante este panorama el ejército de ocupación tuvo que asignar un gobierno provisional a cargo de otras personas, para evitar la anarquía. Por lo tanto, aunque hubiera un gobierno constituido, si las personas no estaban ya, simplemente no había gobierno.
De la misma forma, podríamos imaginar la desintegración de una empresa si se queda sin personas, como sucede en el caso de huelga.
Las personas, cuando se comunican con otras personas, establecen relaciones. Las relaciones pueden ser de muy diversa índole. Hay relaciones amorosas y relaciones de amistad. Relaciones casuales como la que surge cuando nos toca viajar con un desconocido en un tramo largo y relaciones estables como las que se dan entre un alumno y su maestro, otras abiertas o muy formales como el matrimonio.
Ahora bien, si dejamos el destino de las relaciones en manos de la suerte o de los apetitos y ganas de cualquiera de las personas que intervienen, lo más probable es que tengamos problemas. Que tarde o temprano exista un tema o un asunto que genere conflicto y, si no resolvemos el conflicto, lo más probable es que la relación termine, se extinga. Se acaban las amistades y las sociedades, a veces termina una relación de trabajo; los matrimonios se acaban.
Entonces viene a cuento el tercer elemento de este conjunto: las reglas. Sucede que podemos voluntariamente sujetar una relación a normas de convivencia que nos permiten hacerla más estable y duradera. Esa voluntad de sujetarse a reglas puede ser muy explícita, como en un contrato de asociación o implícita como cuando nos matriculamos a la Universidad y aceptamos que requerimos asistir, aprobar las materias y tener un comportamiento adecuado a nuestro rol de estudiantes.
En la empresa la mayor parte de las relaciones son jerárquicas o, como diría Aristóteles, de subordinación. Una persona manda y otra obedece. Ese es el contenido esencial de cualquier contrato de trabajo. Siempre que se trate de la materia de nuestro trabajo, estamos obligados a obedecer las instrucciones que nos dan nuestros superiores. A veces también mandamos a otros y -entonces- se establece una cadena de mandos, desde el más autónomo hasta el más humilde de los trabajadores.
Pues bien, en las empresas encontramos estos tres componentes: personas, relaciones y reglas de comportamiento. Con ellas formamos un sistema.
Ya va siendo oportuno tratar de definir lo que es un sistema. Un sistema es un conjunto de elementos interconectados de forma tal que lo que afecta a uno de sus miembros necesariamente afecta a los demás elementos del mismo sistema.
Cuando hablamos de sistema, debemos separar el sistema propiamente dicho del entorno en el que se desarrolla. Frecuentemente el entorno es otro sistema en sí que puede ser un sub sistema de otro aún mayor.
Cualquier sistema toma elementos del ambiente, los procesa y los incorpora.
Las empresas también lo hacen. Tienen un ambiente en el que se desarrollan: un municipio, un estado, uno o varios países. En ese entorno encuentran clientes, proveedores, trabajadores y asesores. Ellos aportan dinero de las ventas, materias primas e insumos, trabajo y conocimientos especializados, por ejemplo. Estos componentes se incorporan al sistema empresa y sirven para producir mercancías, servicios y ganancias que, tarde o temprano, serán regresados al entorno.
Cuando el sistema funciona bien, puede aprovechar esos ingredientes y crecer. Cuando el sistema reporta problemas resulta disfuncional, de ser severos, el sistema enferma y posiblemente muera.
Observemos primero, lo positivo: Para Maturana y Luhmann*, los sistemas son entes que pueden lograr una cosa aparentemente milagrosa. De la nada pueden crear algo nuevo; esta característica se denomina Autopoiesis. Esa es la maravilla del sistema.
Todos los empresarios pueden constatar en su propia experiencia cómo al crear empresa han hecho aparecer, a base de esfuerzo constante y dedicación, algo nuevo que antes no estaba ahí. Si lo analizamos con profundidad será posible darnos cuenta de que ese fruto -antes ausente y ahora presente: el servicio o la mercancía producidos- es el resultado de haber creado un sistema y haber logrado que funcionase bien; suficientemente bien para desarrollar la Autopoiesis.
Hay que señalar que existe una amenaza que afecta a cualquier sistema: la entropía. La entropía es una palabra que proviene de la física y que indica el grado de desorden molecular de un sistema. Para nuestros efectos se define como la tendencia natural de cualquier agregado o mecanismo a descomponerse.
Para poder combatir esta tendencia natural a descomponerse de las cosas, contamos con un órgano que custodie la supervivencia y el cumplimiento de los fines de la empresa, al tiempo que le de sentido a los trabajos que todos realizamos: el gobierno corporativo.
El gobierno corporativo se basa en los estatutos de la sociedad y éstos en las leyes que forman el entorno en el cual la sociedad opera. Sin embargo, ninguna sociedad funcionaría bien si sólo nos atenemos a estas regulaciones. En la vida práctica, es poco frecuente que se recurra al texto de la ley o de los estatutos para tomar las decisiones del día a día de la sociedad.
Entonces, el gobierno corporativo, ya sea en la figura de un Consejo de Administración o de un Administrador General Único, tiene la misión de conducir los destinos de la empresa en base a criterios prácticos, instrucciones y recomendaciones que alineen el actuar de funcionarios y empleados en pos de un objetivo común. El fijar con claridad este objetivo común es la función principal del gobierno corporativo, así como las medidas periódicas de corrección para recuperar el ritmo y la dirección adecuadas, que permiten el sano desarollo de la empresa.
El gobierno corporativo debe tener una conexión clara e inmediata con el entorno en el cual se desenvuelve. Recordemos que la empresa es un subsistema dentro del sistema en el que se desenvuelve. Por lo tanto, el gobierno corporativo debe poder recibir e interpretar las señales que provienen del entorno internacional, del gobierno, de la sociedad, de la competencia y de la industia en general.
Por razón de sus conexiones con el exterior, es muy recomendable que el Gobierno Corporativo incluya consejeros o asesores que no formen parte de la nómina de la empresa y que, por lo mismo, se encuentren más relacionados con el entorno que con la cotidianeidad de la empresa. Esto permite avizorar amenazas e identificar oportunidades.
En lo interno, por el contrario, las decisiones que debe tomar el gobierno corporativo deben tener siempre en cuenta la subsistencia del propio sistema, ya que si el sistema se descompone por efecto de la entropía, simplemente nos quedaremos sin empresa que conducir.
Poner como objetivo primordial la permanencia a mediano y largo plazo de la empresa es una característica de un buen gobierno corporativo. Es por ello, que, a veces, deberán situarse en segundo término las ganancias inmediatas y su reparto a los socios y las recompensas económicas desproporcionadas a los administradores.
Entender a la empresa como un sistema, también nos permite justificar los esfuerzos por lograr un entorno laboral saludable y agradable, la opción por beneficiar a las familias de nuestros trabajadores y promover las inversiones a favor de una producción que sea favorable, o por lo menos inocua, con el medio ambiente.
Gonzalo X. Villava Alberú
Mayo de 2017
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* Humberto Maturana.- Biólogo chileno autor del concepto de Autopoiesis.
**Niklas Luhmann.- Sociólogo alemán que toma el concepto de Autopoiesis y lo aplica a las ciencias sociales.
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